«Desgraciados los pueblos donde la juventud no haga temblar al mundo y los estudiantes se mantengan sumisos ante el tirano»
(Lucio Cabañas: Maestro rural mexicano, nacido en el departamento de Guerrero en 1938. Hijo y nieto de zapatistas. Fundador del Partido de los Pobres y comandante del movimiento guerrillero “Brigada Campesina de Ajusticiamiento”. Muerto en combate en 1974)
Vivimos un tiempo marcado por la confusión hasta límites insospechados. Un presente en el que la experiencia vale de poco porque la mayoría de las situaciones a las que nos enfrentamos son en esencia viejas como el propio mundo, pero al mismo tiempo tan nuevas y diferentes como si la historia empezase hoy mismo.
A fuerza de intentar buscar una buena excusa para nuestros propios errores hemos conseguido reforzar el discurso de nuestros enemigos. Hoy en media Europa los antiguos militantes de la izquierda, o bien se han convertido, ellos o sus hijos, en una sólida cantera de votos neo-fascistas, o bien, como en nuestra tierra, los “cinturones rojos” de muchas grandes ciudades han huido en tromba del anquilosado discurso social-demócrata para, desencantados, lanzarse de bruces a votar obnubilados a aquellos que son (o serán, si nada lo remedia) los responsables de sus penurias y de su miseria, ya casi endémica.
Hay quien dice que en este país ha habido una generación (o dos, o tres…) que debió de pegarse un gran golpe en la cabeza en uno de los momentos más críticos de su crecimiento porque, si no, no son comprensibles muchos comportamientos electorales a los que demasiado a menudo restamos importancia, quizás porque empezamos a acostumbrarnos a ellos con excesiva facilidad.
A diferencia de hace ahora exactamente 50 años, ya no es la juventud quien está liderando la protesta; quien está asumiendo el rol que, de forma natural y desde que el mundo es mundo, ha caracterizado a los más jóvenes, a los llenos de vida y de ilusiones. No es a los jóvenes a los que les urge el cambio, el relevo, la oportunidad. Por el contrario, son los más mayores, aquellos que fueron jóvenes hace esos mismos 50 años, los que se ven obligados a volver a bajar a las plazas con sus demandas si quieren poder vivir, más o menos tranquilos, las pocas décadas de vida que aún les quedan por delante.
Pero, a pesar de lo que en ocasiones podamos pensar, a esta situación no se ha llegado por ninguna indefectible lógica de la historia; tampoco por consecuencias implícitas al insensato y enfermizo desarrollo de ningún sistema económico degenerado. Incluso, creo que tampoco ha sido culpa de esa característica tan propia de la raza humana como es la imbecilidad: Aquí se ha llegado, desgraciadamente, por una mezcla letal de individualismo criminal, egoísmo desmesurado, nihilismo ultra liberal, traiciones acumuladas, desclasamiento suicida y, sobretodo, gracias a una perezosa incultura deliberadamente escogida que ha conseguido convencer a millones de personas de que algo tan radicalmente absurdo como es la posibilidad de que en un sistema de vida que se basa en la explotación del hombre por el hombre pudiésemos convertirnos todos en una feliz y perenne clase media, sin que nadie saliese perjudicado por aquella mutación antinatural.
Como cantaba un viejo tango, escrito en otra convulsa época de la historia reciente y a la que nuestro presente cada vez se asemeja más:
“Igual que en la vidriera irrespetuosa
De los cambalaches
Se ha mezclao la vida
Y herida por un sable sin remache
Ves llorarla Biblia contra un calefón”
Parece ser que, nos guste o no, en el presente cambalache que nos ha tocado vivir, esta vez el relevo de la historia no lo va a capitanear la juventud. O mucho cambian las circunstancias actuales del país (e incluso del continente) o aquellas vanguardias de hace medio siglo ahítas de lozanía y que con maravillosa e imparable bisoñez casi fueron capaces de cambiar el mundo ocupando las calles, haciendo hablar a los muros con sus esclarecidas consignas y levantando los adoquines para intentar llegar a las playas, van a ser quizás sustituidas por ejércitos de pensionistas hipertensos, legiones de mujeres maltratadas y batallones de refugiados clandestinos que, hartos de ser las víctimas necesarias de las ofrendas rituales de los poderosos al dios dinero, se echen al monte para defender con uñas y dientes lo que por derecho y por ley es suyo y no están dispuestos a que nadie se lo arrebate.
Puede ser que, así y todo, y a pesar de su presunta “pereza generacional”, no le venga mal a la juventud actual pasar de nuevo por la escuela primaria. Dejar un rato el móvil apagado; olvidarse de dar “likes” por unas horas; ser capaces de empatizar con el combate y de memorizar, como si de un necesario mantra se tratase, canciones de infancia que quizás les abran los ojos. Por mi parte, que no quede. Va por vosotros…
LOS GOBER-ELEFANTES
Un elefante se columpiaba,
sobre la tela de una araña…
«- Oye papá no crees que es imposible que la tela de una araña sostenga a un elefante…
– No olvides que la imaginación no tiene límites.
– Bueno entonces cantemos la versión que tu hiciste, a ver si les gusta a los niños y a los niños grandes.»
Un gobernante se columpiaba,
sobre el salario de un obrero,
Como veía que resistía,
se fue por otros gobernantes.
Tres gobernantes se columpiaban,
sobre el salario de un obrero,
Como veían que resistía,
fueron a invitar a unos banqueros.
Cinco tunantes se columpiaban,
sobre el salario de un obrero,
Como veían que resistía,
fueron a invitar a un charro obrero (*).
Siete maleantes se columpiaban,
sobre el salario de un obrero,
Como veían que resistía,
Invitaron a un politiquero.
Ocho maleantes se columpiaban,
sobre el salario de un obrero,
Como veían que resistía,
Fueron a invitar a un usurero.
Nueve farsantes se columpiaban,
sobre el salario de un obrero,
Se columpiaban los militares,
También se columpiaba el clero.
Era imposible que resistiera,
Tanto parásito el obrero,
De un respingo y los bandidos,
Fueron a parar a un agujero.
La moraleja de esta tonada,
Es que todos los que se dejan,
Vienen los vivos y los bandidos,
Les roban el plato y las lentejas.
Un gobernante,
Cuatro tunantes
Cinco Maleantes,
Siete Farsantes…
Música: Popular. Letra: José de Molina (1994)
(*) Charros Obreros: Falso sindicato amarillo agrario mexicano, formado principalmente por esquiroles al servicio de los terratenientes.

Madrid 17/03/2018. Multitudinaria manifestación de pensionistas y contra «la ley mordaza».