MEMORIAS DE UN SILENCIO II: ROMAN BODEGAS

2.-El bombardeo de Gernika MEMORIAS DE UN SILENCIO: ROMAN BODEGAS

Sin embargo,  el día 26 sucedió otra masacre. Esta vez fue en Guernica villa emblemática para los vascos que representaba sus libertades. Atacarla,  suponía atentar contra las raíces del pueblo vasco y hacer desaparecer su identidad.

Aquello marcó un antes y un después en las futuras estrategias de guerra. El objetivo era sembrar el terror en la población civil con la finalidad de experimentar tácticas, tecnología y adiestramiento por parte de la Alemania nazi de cara a la Segunda Guerra Mundial.

 Esta era otra localidad bombardeada desde el aire con planificación militar teniendo en cuenta que  carecía de defensas antiaéreas. Fue denominada, por la Legión Cóndor, como operación Rügen.

El General Mola, encargado de la ofensiva del Norte, fue el impulsor de bombardear de forma masiva y sin escrúpulos Durango, y ahora le tocaba a Guernica y con ésta frase argumentó su atrocidad: “Es necesario castigar a un pueblo perverso que se atreve a desafiar la irresistible causa de la idea nacional

Debo señalar que en Guernica vivían tus aitites, tu osaba y tu aita.     

(A medida que leía el relato  entendí porque aita me había dado la carta. Yo llevaba mucho tiempo haciéndole preguntas sobre su tío, y él no sabía responderme a casi ninguna.   “Tu tío abuelo  Román era de pocas palabras“, me decía siempre.

Llegado a este punto y después de haber estado leyendo con atención parte del escrito, salí del dormitorio donde había ido a leer en la intimidad y me dirigí al salón donde estaba  aita. Cuando llegué con las hojas y el sobre en la mano, su mirada me lo dijo  todo.

Esa carta no se había abierto nunca. Se la había entregado a él su tío días antes de morir. Había estado guardada muchos años esperando el momento de que yo la abriera y obtener algunas respuestas a mis muchas preguntas.

Me senté a su lado y empecé a leerla en voz alta desde el principio. Él escuchaba, en ocasiones yo hacía una pausa y ambos nos mirábamos sin decirnos nada. Nuestras miradas eran suficientes. Estábamos descubriendo juntos la historia del tío.

La lectura llegó a lo sucedido en Gernika el 26 de Abril de 1937 y entonces  le pedí que en esta ocasión fuera él quien me narrara con más  detalle todo lo que  le habían transmitido sus aitas y que en alguna ocasión me había contado a mí).

Emocionado por la situación empezó diciendo:

Cuantas vivencias silenciadas, ocultadas, cuanto sufrimiento acumulado.  Sobrecoge imaginar lo que personas como el tío  se sacrificaron por un causa común y cuantos dejaron su existencia por ella.

Cuando arrasaron Gernika, mi hermano Jesús tenía algo mas de dos años, había nacido el 18 de octubre de 1934, en la calle La Industria – letra E piso 2°,  estando en el poder  la Segunda República. Yo nací recién empezada la guerra  en la misma casa,  el 16 de septiembre de 1936.

Mi aita, Jesús, era mayorista en la venta de patatas, tenía un negocio de distribución por el Urdaibai. Disponía de un camión que días antes del bombardeo se lo había requisado el Gobierno Vasco para la distribución de armamento, comida y como transporte de tropas.

 El 26 de abril, era un bonito lunes de primavera, con cielo despejado y sin viento. Era día  de mercado y pocos imaginaban lo que iba a venir del cielo.

Los hombres, mujeres y niños se movían en un ambiente distendido, pese al conflicto bélico.  Sus mentes se alejaban de la realidad. La vida seguía su curso. Los niños jugaban, reían y correteaban entre los puestos de los baserritarras, mientras éstos pregonaban sus productos. Los animales eran exhibidos con orgullo con el fin de hacer buen negocio con ellos. Se charlaba animadamente con los vecinos y con los llegados de pueblos aledaños.

 Mis aitas, mi hermano y yo formábamos parte de aquella algarabía que sin saberlo íbamos a asistir a las más de tres horas de terror que estaban por llegar y que nunca se podrían   olvidar.

Eran las 16 : 30 horas cuando se oyeron las campanas de la Iglesia de Andra Mari sonar con más fuerza que en otras ocasiones. Esta vez, el tañido indicaba que algo grave pasaba y todos dirigieron atónitos sus ojos al firmamento. Caían ya las primeras bombas demostrando el poder que tiene el ser humano en su lado más oscuro. Llovía muerte y destrucción. Fue eterno,  aquello no tenía fin.

Mi aita corrió despavorido llevando en volandas a mi hermano al refugio de Talleres Gernika, el lugar más cercano en ese momento.  Mientras mi ama Bitori, conmigo en brazos, optó por huir por la carretera que va hacia Bermeo,  intentando escapar de unos rostros malvados que sonreían mientras disparaban muerte.

Aquellos pájaros metálicos, cazas de combate alemanes, se acercaban demasiado,  prácticamente rozando la hierba con las ruedas. Volaban en círculo con el fin de evitar que nadie escapara del núcleo urbano. Gernika tenía entonces 1 kilómetro  cuadrado.

Nuestra huida era una carrera hacia la vida o hacia la muerte.  El destino quiso que un sinfín de balas y bombas no terminaran con nosotros mientras escondiéndonos de árbol en árbol,  por el Paseo de los Tilos, sorteábamos heridos y cadáveres. Yo lloraba sin parar  y estando apretado al pecho de mi ama, el estruendo de aquel horror  hacía que mi llanto aumentara mientras un camión volaba  por los aires instantes antes de que mi ama llegará a él para protegernos de los asesinos.

 Gernika se convirtió  en un infierno,  con demonios que desde arriba disfrutaban de aquel dantesco espectáculo. Un cielo rojo intenso, con un calor que quemaba vidas y un aire tan denso e irrespirable que ahogaba las gargantas de quienes no querían morir. Sobrevivir  no fue fácil. Muchos  no lo lograron, otros como nosotros fuimos más afortunados.

 Mi aita, dentro del refugio, cubrió  a mi hermano Jesús  para protegerlo del fuego y la metralla que entraba por las ventanas. La espalda de aita se quemó y la metralla quedó incrustada  para siempre en la cabecita del niño  como testigo de lo ocurrido.

Hoy es el día  que cuando se lleva la mano a la cabeza,  su mente viaja a aquel día y aunque triste por lo sucedido, se siente aliviado por haber sobrevivido.

Contaba mi aita que en aquel refugio un cura rezaba. Algunos le secundaban entre estruendo y estruendo. Otros  gritaban y lloraban. Y muchos portaban entre sus dientes un palo de madera para evitar que sus tímpanos reventaran.

 Cuando el ataque cesó después de tres horas y media y pudieron salir por encima de varios cadáveres que estaban en la entrada, comprobaron incrédulos una Gernika que había desaparecido como un castillo de arena en la orilla del mar. Pasado el impacto emocional los cuatro conseguimos encontrarnos, bien entrada la  noche, en un caserío de Lumo a dos kilómetros de Gernika, donde unos amigos de mis aitas, que siempre nos suministraban la leche, nos dieron cobijo.                                                            

Desde arriba, Lumo esta en un alto, se apreciaba  la devastación de la Villa, la escena era impactante e indescriptible. Cuando regresamos a los dos días, descubrimos con incredulidad como nuestro hogar, aquel en el que habíamos nacido mi hermano y yo, se había volatilizado.

La desolación dolía en los corazones de quienes aún quedaban con vida y comprobaban como su pasado había sido borrado por completo, su presente no existía y su futuro era tan incierto que resultaba difícil de imaginar. Los que habían salvado su vida, deambulaban sin rumbo y con la mirada perdida. Otros gritaban desesperadamente el nombre de sus seres queridos, pero en muchos casos no obtenían respuesta .

El puente de Renteria de 10 kilómetros, sobre el río Oka, quedó intacto ya que dos días después pasaron por él las tropas rebeldes. También resultaron indemnes las fábricas de armas, la Casa  de Juntas y el árbol de roble alrededor del cual  venían reuniéndose desde el siglo XVI los principales mandatarios del señorío  de Vizcaya para jurar sus fueros y sus cargos. Quedaba patente  cual había sido el objetivo.

Pasado este conmovedor relato que yo conocía casi por completo, ésta vez juntos retomamos la carta del tío y ésta seguía así:

Cuando supe que Guernica había sido ferozmente destruida se me estremeció el alma. Aquel día nuestro Batallón estaba en Amurrio. Nos llegaron noticias de lo sucedido por medio de nuestros mandos superiores.

 En el grupo había compañeros que también tenían familias  o amigos en la Villa y la incertidumbre de no saber qué había sido de ellos nos angustiada a todos pero no podíamos movernos de nuestras posiciones. Yo no dejaba de pensar en vosotros y en lo peor.

Nos informaron que la Legión Cóndor Alemana, al mando del Jefe del Estado Mayor  Wolfram Von Richthofen, condecorado posteriormente  por Franco por sus actuaciones al frente de la aviación nazi durante la guerra, y la Aviazzione Legionaria Italiana, en distintas oleadas, habían sembrado  Guernica con casi 40  toneladas de bombas explosivas e incendiarias.

Sin embargo,  nos llegaban noticias de que habían sido los propios habitantes, con ayuda de los dinamiteros asturianos, quienes la habían prendido fuego. El negacionismo de Franco, que se mantuvo durante todos los años que duró su dictadura, predicaba  “el feroz sistema de los rojos de incendiar todos los centros urbanos antes de la retirada“.

A nosotros, eso no nos podía entrar en la cabeza. Todos sabíamos lo que la Villa representaba  para los vascos.

 Las grandes infamias que circularon cuyo sentir  acallaba  las vidas de tantos inocentes nos llenaron de ira e impotencia. Fue una matanza, los humanos se transformaron en bestias. La cordura había dejado de existir.

¿En qué puede convertirse un ser humano cuando deja de ver a sus semejantes  como tales?

 Aquello hizo que muchos de nosotros tomáramos más  conciencia de la aberración de la guerra y del sinsentido del hombre. La situación indignó tanto a los vascos, que el ánimo de las tropas en lugar de decaer se tornó en un mayor endurecimiento de la resistencia.

 La mentira resultaba ser una burla y una provocación más de los fascistas para desacreditar a los vascos. Pero nadie contaba  con un joven periodista británico,  nacido en Sudáfrica y defensor de la verdad. Muy cercano en amistad con el Lehendakari José Antonio Aguirre contaría la realidad, porque así lo constató,  y difundió  la noticia a la opinión internacional.

Él no podía permitir que la mentira se escondiera bajo el silencio. Aquel íntegro  y honesto periodista era George Steer, profesional que defendió siempre su versión  aún a riesgo de poner en peligro su vida ya que por  ello fue incluido en la lista de delincuentes perseguidos por la Gestapo y provocó su despido del diario The Times donde había publicado la evidencia de lo ocurrido.

No hay que olvidar que la verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio. Porque una mentira no tendría sentido si la verdad no fuera percibida como un peligro.

 (A raíz de aquel feroz ataque, el gobierno de la  segunda República encargó al pintor   malagueño Pablo Picasso,  que se había exiliado a Francia huyendo de la guerra,  el famoso cuadro “Guernica“, realizado entre los meses de mayo y junio de 1937, para la exposición universal de Paris de ese mismo año.

El pintor entonces  manifestó refiriéndose al cuadro:  “Ésta  pintura no está hecha para decorar las habitaciones. Es un instrumento de guerra ofensivo y defensivo contra el enemigo“.  ”En ella expreso con claridad mi aborrecimento hacia la casta militar que ha sumido a España en un océano de dolor y de muerte“.

Además en una ocasión y estando Francia ya ocupada por las tropas nazis durante la Segunda Guerra mundial, un Oficial alemán asaltó el piso parisino de Picasso y al ver una fotografía del “Guernica“, preguntó al artista si lo había hecho él. La respuesta por parte del pintor fue:    “No, ustedes lo hicieron“)

Llegado a este punto, aita interrumpió por un momento la lectura y recordó como fueron los siguientes años tras del Bombardeo.

Su relato continuó así:

En nuestro caso  al quedarnos con el cielo y la tierra,  cielo de fuego y tierra quemada, tuvimos que empezar una nueva vida lejos de nuestra Gernika.

Nuestro aita con 25 años y  antes de casarse,  había emigrado a Filipinas a finales del año 1913, reclamado por su tío León Aperribay   que vivía y era propietario de una tienda de ultramarinos  en una ciudad  llamada Zamboanga perteneciente a  la isla de Mindanao. Durante unos años de duro trabajo aita  regresó  y adquirió una finca entre Castañares  y Santo Domingo de la Calzada, en La Rioja .

 En otros tiempos, la finca, había sido propiedad de la Emperatriz Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón lll y Emperatriz de Francia, de ahí su nombre:   “La Emperatriz“.

Ahora esa era la única  oportunidad para volver a empezar una nueva vida. Pero alejados de nuestra tierra de origen, costumbres,  amistades y nuestra lengua, nos vimos forzados a un exilio. Vino a buscarnos en un camión, un empleado de la empresa de distribución de patatas, que los hermanos de aita tenían en el muelle de Urazurrutia, en Bilbao.

Junto a nuestros aitas, pasamos  allí nuestra infancia y fue allí también  donde nació nuestra hermana Teresa el 11 de julio de 1939.

Como niños que éramos, vivimos ajenos  al conflicto que continuaba. Porque los niños también  tienen la capacidad especial de quedarse con lo que les hace sentirse bien. Tienen y viven en  su propio mundo. Se adaptan como los camaleones a los  cambios que hay en su entorno. Crecimos en un ambiente sano y sin pasar grandes necesidades.

La finca que con la Emperatriz había sido un viñedo, era ahora de secano. Aita tenía alrededor de 120 vacas, cada una de ellas con el nombre de una isla de Filipinas. También  palomas, gallinas, cerdos, manzanos, cerezos, almendros y patatas que se distribuían a través del negocio que sus hermanos llevaban en Bilbao, además de alfalfa para el consumo tanto de las vacas como de  cuatro bueyes y un caballo blanco,  llamado Romero, que era el que utilizaba él para trasladarse de la finca a casa.

Fuimos a la escuela de Castañares y cuando mi hermano y yo terminamos la enseñanza básica, nos enviaron a la casa del tío Román y la tía Martina a Olabeaga para seguir estudiando durante los dos años siguientes.

Colegio de Castañares

Los tíos no tenían hijos y nos quisieron como si lo fuéramos. Mientras tu izeko Tere, tu aitite Jesús y tu amama Bitori seguían en la finca. Para entonces la guerra ya había terminado.

Esta entrada fue publicada en Gure zaharren gomutaz. Memorial de los republicanos 1930-40 y etiquetada , , , . Guarda el enlace permanente.

2 respuestas a MEMORIAS DE UN SILENCIO II: ROMAN BODEGAS

  1. Alfonso Calvo dijo:

    La importancia de estos testimonios para las generaciones venideras es grandísima. Al final, la verdad no se puede tapar.

  2. Monika Aperribai dijo:

    Asi es, nunca debemos de olvidar el pasado, sería un error.

    Además estaríamos amparando a los verdugos y revictimizando a las víctimas, a aquellas que ya no están y a las que aún quedan, porque no se lo merecen

    Monika Aperribai

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.