Recogemos con orgullo y cariño la historia de Román Bodegas Orbañanos, miliciano del Batallón Azaña, escrita por su sobrina nieta Monika Aperribai. Durante los siguientes meses iremos subiendo diversos capítulos de la historia de Román.
1.Comienza la Guerra. MEMORIAS DE UN SILENCIO: ROMAN BODEGAS
Esta es la historia de unas vidas que, tanto el miedo como el dolor a recordar, hicieron que el tiempo silenciara sus voces.
Sin embargo, y a pesar del transcurso de los acontecimientos posteriores, sus mentes no lograron olvidar.
Considero que ahora es el momento de hacer memoria, de reconstruir y dar a conocer lo que sucedió en este país, un hecho que nunca debió ocurrir, como fue la Guerra Civil Española. Porque en una guerra no sólo mueren las personas, perece un ideal democrático entero, producto del fanatismo irracional de algunos, sin olvidar que desde la intolerancia a la barbarie solo hay un paso, el cual e irremediablemente lleva a la involución humana.
En homenaje a todas las víctimas de las guerras, va este relato histórico.
¡NUNCA MAS !
MONIKA APERRIBAI
Era un 26 de Abril, aita y yo, como todos los años, volvíamos del Aniversario del Bombardeo de Gernika en recuerdo a todas las víctimas de aquella barbarie ocurrida en 1937.
Llevamos, como País Vasco, años reivindicando un reconocimiento contundente y un definitivo acto de desagravio por parte del Estado Español, hecho que no termina de llegar. Aquel que consiguiera en 1997 el entonces Alcalde de la Villa Eduardo Vallejo de la voz de Roman Herzog, Presidente del Bundestag Alemán.
Cuando llegamos a casa, aita me entregó una caja diciéndome:
“Creo que aquí encontrarás, y no solo tú, algunas de las respuestas a las muchas preguntas que vienes haciéndome desde hace tiempo sobre mí tío Román.“
En cuanto la vi, recordé enseguida. Cuando era pequeña la había encontrado en un armario, la abrí pero volví a guardarla. Yo era una niña de 10 años y aquello no me atrajo, me parecía muy lejano.
Sin embargo, aquel día fue diferente, ya era adulta y reencontrarme con aquella caja despertó en mí la curiosidad de descubrir su contenido. Al abrirla enseguida me llegó el olor característico a cerrado, la caja era de latón y tenía partes oxidadas. Contenía papeles amarillentos por el paso del tiempo y fotos, la mayoría en blanco y negro.
Empecé a hojear cada papel, había algunas fotos con anotaciones en el reverso con fechas, nombres, lugares y dedicatorias. ¡Todo un descubrimiento !
A algunas de las personas que aparecían en ellas las reconocí de inmediato, otras me eran totalmente desconocidas. Había niños y niñas, gente mayor, mujeres y hombres. La mayoría de las imágenes eran de familiares, algunos ya desaparecidos y otros aún con vida.
Intentaba imaginar las vidas de aquellas personas cuando, de pronto, encontré un sobre donde escrito a lápiz decía:
“ Memorias de un silencio “ de Román para su sobrina nieta Mónica .
¡No sé explicar lo que sentí en ese momento ……!
Recordaba al tío Román, era el tío de mi aita y marido de Martina, hermana de mi amama Bitori. Yo tenía 10 años cuando él murió, pero no había olvidado su gran cantidad de pelo blanco y su seriedad.
Aquel sobre antiguo, color beige, con aquel mensaje dirigido a mí me pilló tan de sorpresa que por unos instantes me quedé paralizada. Estaba expectante, como quien descubre un tesoro, y nerviosa ante lo que su interior podía contener. Dentro había un montón de hojas escritas también a lápiz. Su escritura era fácil y legible.
Así es como empecé a conocer la historia, silenciada y oculta para la mayor de la familia, de un gran hombre.
El relato comenzaba así:
Noviembre de 1975
Querida Mónica, soy Román, tu tío abuelo ;
Te preguntarás el porqué de estas letras e imagino que te sorprenderá, pero ahora que siento cercano e intuyo el final de la última batalla de mi vida, ahora que ya no me quedan casi fuerzas para seguir luchando, quiero que esos grandes ojos que conocí cuando eras una niña descubran lo que muchas personas vivimos y padecimos en una dura época de éste país.
Así es que empezaré contándote mi vida desde el principio ya que nunca conté nada. Solo mi mujer, Martina, fue conocedora y sufridora de lo ocurrido. No lo hice extensible a muchas más personas por miedo a represalias principalmente hacia los que me rodeaban y no quise tampoco abrir heridas ni transmitir dolor. Fue por ello, que preferí olvidar y ocultar.
Pero cuando leas esto, yo llevaré mucho tiempo a salvo y en paz y desde donde esté ya no habrá peligro alguno, ni sufrimiento.
Nací el 16 de noviembre de 1903 en Lemona. Mis padres eran Dionisio y Eladia y tuve otro hermano llamado Nicolás.
![](https://errepublikaplaza.wordpress.com/wp-content/uploads/2024/02/lemoa-tren-tranvia.jpg?w=1024)
Tenía 33 años en 1936 cuando la situación socio-política de la Segunda República era delicada. El país vivía momentos convulsos, había huelgas, manifestaciones, desórdenes públicos y mucho descontento entre la población. Esta Segunda República, presidida por Manuel Azaña, había sido reelegida democráticamente en las urnas en febrero de ese año.
La tía Martina y yo, que vivíamos de alquiler en el barrio de Olabeaga de Bilbao, en la cuesta del mismo nombre, llevábamos una vida sencilla y tranquila. Por entonces, trabajaba como correista – curtidor en la Fábrica Zubeldia, S.A. propiedad de Víctor Zubeldia Aguerre, situada en la calle Santa María del Casco Viejo de la villa.
(Al respecto, puedo señalar que la Fábrica que el tío mencionaba en su carta, era ahora un bar y aún mantiene las paredes interiores de piedra).
Continué leyendo y el texto seguía así:
En la Fábrica también era vocal del Jurado Mixto de la Piel, estando afiliado al Sindicato U.G.T. y pertenecía al Partido Republicano. Además de eso, y desde el año 1931 era Tesorero – Contador de la Agrupación Republicana de Lemona. Pero el 18 de Julio del año 1936 nos cambió la vida a todos. La sublevación militar contra la República hizo que el país se sumiera en una guerra fratricida.
Dadas mis convicciones, no dude en defender causas que consideraba legítimas y justas y que habíamos adquirido con la República: la democracia, la libertad y los derechos individuales de cada persona. Cuando partí, lo hice con el corazón dividido. Por una parte, el amor que sentía por la tía y por otra, la la lealtad a mis principios y a mi tierra.
En la partida, le sustraje la carabina al guarda de la Fábrica y me alisté como miliciano de Izquierda Republicana, siendo cabo furriel en el Batallón Azaña número 7, con número de placa 6.060. La mayoría éramos bilbaínos y el resto, de la margen izquierda del Nervion. Lo hice, casualmente, el mismo día que dos aviones Breguet XIX, con banderas aún de la República, bombardearon Ochandiano.
El 22 de julio de 1936, a los cuatro días del comienzo de la guerra, se celebraban las fiestas patronales de Santa María. Los aviones, pilotados por Ángel Salas Larrazabal de Orduña y José Muñoz Jiménez, con sus giros en el aire consiguieron atraer al mayor número de personas a la plaza Andicona, la mayoría mujeres y niños, y una vez allí, sin ningún escrúpulo, les bombardearon causando más de 60 víctimas mortales, además de un gran número de heridos.
Recién empezada la contienda, fue el primer ataque desde el aire contra la población civil en Euskadi.
(En ese momento de la lectura, recordé haber estado en dos ocasiones en Otxandio. La primera, me impresionó ver el monumento en homenaje hacia aquellas personas, con nombres y apellidos, y que en algunos casos familias enteras aparecían reflejadas en ese recordatorio. La segunda vez que estuve, fue en el 86 aniversario y por casualidad coincidí con un hombre y una mujer qué, siendo niños, sobrevivieron a aquella terrible masacre. Relataban lo que vivieron como una pesadilla, que aún con nitidez la recordaban.
La memoria es selectiva, pero en situaciones extremas la realidad marca con tanta intensidad que hay personas capaces de verbalizarla y hay quien no puede.
Además quiero señalar que por aquel primer bombardeo fueron felicitados los dos pilotos por el General Mola calificándolo como un hecho de “brava acción“).
Y prosigo con el relato:
Si tengo que describir lo que es una guerra, además de dolor, terror, muerte, destrucción….. también es abandonar a tus seres queridos dejando en ellos mucha tristeza y la incertidumbre de no saber si volverán a verte o si los volverás a ver.
Después de una rápida instrucción y precaria organización, en septiembre luchamos en la muga entre Alava y Vizcaya, concretamente en Orduña. Este fue el primer contacto que tuve en un campo de batalla real.
Previamente a esto, el 8 de enero de 1925, había ingresado para hacer el servicio militar en el Batallón de cazadores de Las Navas n° 10 donde me destinaron, el 17 del mismo mes, al Batallón de Las Navas n° 11 de África en Nador, concretamente en la plaza de Larache (Marruecos ) .
Más tarde pasé por el campamento de Mensah y después por algún otro más hasta que me licencié el 23 de julio de 1927 para regresar a mi hogar en Lemona donde seguí viviendo con mis padres y hermano. Así es que mi bautismo de fuego fue realmente en la guerra .
Nuestra actuación en Orduña fue breve porque enseguida nos enviaron a Zarautz en Guipúzcoa donde al poco tiempo tuvimos que retirarnos por la superioridad del enemigo.
Regresamos a Bilbao en octubre de 1936 donde, de nuevo, recibimos un período de instrucción acuartelados en un convento, abandonado previamente por la congregación, ubicado en Elejabarri (Basurto). Tras esta etapa y llegado noviembre, los voluntarios que estábamos combatiendo dejamos de ser milicianos para convertirnos en soldados de la República.
Estando acuartelados, tuve la ocasión de ir a casa varias veces y así ver a la tía Martina, mi mujer, quien sufría cuando yo no estaba, padecía cuando me veía y lloraba sin consuelo cuando nos despedíamos. Era muy doloroso para ambos, pero mi compromiso y lealtad a la causa eran muy sólidos.
El 30 de noviembre se inició la ofensiva de Villarreal de Álava convirtiéndose en una de las más feroces de toda la guerra en Euskadi. El ataque fue demoledor para el Ejército Vasco . Intentábamos recuperar Vitoria que se hallaba en poder de los Nacionales desde el mes de julio.
Aquella fue la batalla más cruenta que viví. Las bajas en nuestro bando fueron muy numerosas y mis ojos vieron lo que es la muerte del hombre por el hombre. Son episodios tan horrendos que no hay palabras para expresarlos.
Ganábamos en número de combatientes al bando contrario pero la insuficiente instrucción militar de nuestras tropas y la organización hacían que la situación fuera caótica. Las tropas vasco-republicanas estaban mayoritariamente compuestas por milicianos aptos para la guerrilla urbana, pero no tanto para las actuaciones propias de un ejército regular.
Además era invierno, la lluvia y el frío hicieron que todo se complicara, casi no disponíamos de servicios sanitarios. Las trincheras eran auténticos barrizales por la crecida de los ríos colindantes, en especial el Urquiola. Cargábamos con la munición que nos habían entregado y que como ya he dicho nos vimos obligados a manejar de manera improvisada la contienda. Demostrábamos valentía porque a pesar de todos los inconvenientes estábamos dispuestos a entregar nuestro bien más preciado, como eran nuestras vidas.
A partir del día 9 de diciembre los sublevados recuperaron algunas posiciones ganadas días antes por nuestro Ejército. Combatimos hasta el 15, día en que volvimos a Bilbao para reponer fuerzas. Pero siendo tan delicada la situación, tuvimos que regresar a los tres días al frente de Ubidea. Allí estuvimos alojados, algunos en casas del pueblo y otros en pajares o cuadras. Cualquier lugar era válido para evitar la lluvia y el frío.
Procurábamos que el ambiente entre nosotros fuera distendido y de ese modo, poder desconectar de la dura realidad. Por la noche intentábamos descansar todo lo posible, ya que no sabíamos lo que nos podía deparar el día siguiente.
Muchas eran las veces que las espeluznantes escenas que había visto, me venían a la cabeza y no conseguía conciliar el sueño. Esos sucesos me acompañaron a lo largo de mi vida como pesadillas constantes. Oía los alaridos de los camaradas moribundos que me perseguían con la mirada vidriosa pidiéndome ayuda. Al amanecer nuestros rostros reflejaban desasosiego, la incertidumbre de no saber qué iba ser de nosotros, nos aterraba.
Cuando la lluvia arreciaba, y aunque llevábamos unos ponchos engomados, la humedad empapaba nuestros huesos. Sin embargo, aún así avanzábamos hacia nuestro objetivo hasta llegar a nuestras posiciones de combate. Llegado el momento la tensión entre nosotros era patente, pero en cuanto nuestro Teniente daba la voz de ataque, nuestro espíritu de convicción, hacía que nuestra desazón desapareciera. La batalla empezaba y el instinto de supervivencia estaba a flor de piel.
No voy a entrar en detalles, sería un exceso de dolor innecesario pero, como ya he dicho, fueron de las experiencias más duras de mi existencia.
No sé a cuantos pude matar o herir para una guerra impuesta como era aquella. Matábamos o nos mataban, esa era la desdicha humana del momento y la situación. Había que sobrevivir y al final te deshumanizas. Fui muy afortunado, nunca me hirieron, aunque ocasiones no faltaron, pero sufrí mucho viendo como caían mis compañeros y siempre confié en que todo aquello no fuera baldío.
Durante toda mi vida, obviamente, prevaleció en mí el espíritu de justicia. Por ello me afilie al sindicato U.G.T. de la Fábrica, para proteger y defender los derechos de los que allí trabajábamos y hacerlo extensible a los demás trabajadores.
(Al llegar a este episodio, dejé de leer y me vino a la mente lo que un gran amigo de la familia, Vicente Chacón, me dijo hace tiempo: Hay personas que tienen “ barakah” que en árabe significa “ Bendicion Divina “. Creo que el tío era uno de los que tenían esa bendición, en el fondo había sido afortunado aunque por lo que contaba costaba creer que sobrevivir a una guerra fuera una bendición divina.)
La carta continuaba:
Después de habernos retirado de la ofensiva de Villarreal volvimos a Bilbao y fui a ver a la tía Martina. Ella me pedía, me suplicaba que me quedara con ella en nuestra casa, pero yo no podía traicionarme a mí mismo.
A finales de marzo de 1937, nos desplazamos al frente Alavés para guarnecer posiciones por Asentsiomendi y Cruceta hasta la reiterada, necesitaban refuerzos . Y fue el último día de ese mes cuando se produjo el cruel bombardeo, con planificación militar, contra la población civil de Durango .
La Aviazzione Legionaria Italiana, ayudada por cazas alemanes, realizó uno de los bombardeos aéreos más brutales destinados a minar la moral de sus habitantes. Franco nos había impuesto una guerra, no sin antes contar con la ayuda de la Alemania nazi y la Italia fascista.
(Quiero señalar que lo que contaba el tío me hizo recordar a un niño de cinco años, Mikel Aretxaga, que aquel día y a su corta edad solo pensaba en jugar, no conocía la maldad y no sabía que los demonios existían en forma de hombre y que no tienen compasión.
Aún hoy, recuerda con lucidez pequeños fragmentos de aquellos dramático momentos y se afana en contar lo que sucedió aquel día para que no caiga en el olvido.
También de Durango, aunque por su edad no padeció aquel episodio, es Iban Gorriti, periodista que se dedica con tesón y valentía a dar visibilidad y voz a personas como Mikel, como aita y otros que en menor número van quedando y que fueron testigos directos de aquellos hechos.
Iban coge el relevo de aquel gudari de 18 años cuyo lápiz fue encontrado junto a su cuerpo en una cuneta de Elgueta y reescribe la historia que el joven no pudo terminar de contar. Una historia que durante muchos años sólo ha tenido una versión. La versión del bando ganador, porque la del perdedor ha permanecido silenciada mucho tiempo.
Iban es “ el gudari del lápiz “ de nuestros tiempos, sin fusiles y que persigue un legítimo lema como es el que todas las personas que padecieron aquella atrocidad se merecen: justicia, verdad y reparación.
Un arma, el lápiz, que no mata y que nos lleva a reflexionar y así poder avanzar).
El relato del tío seguía:
El bombardeo de Durango, el 31 de marzo de 1937 como lo fueron muchos otros, además de terror dejó una gran devastación.
Fue a principios de abril cuando nos enviaron a las batallas de Ochandiano y Barazar. Al llegar a Ochandiano, revivimos con inmenso pesar lo ocurrido allí a los cuatro días de la sublevación. Se respiraba desconsuelo porque los que quedaban no eran capaces de exteriorizar la situación tan horrenda que habían vivido, escenario que había hecho enmudecer sus corazones.
Cuando llegó nuestro Batallón, nos recibieron con cariño pero cuando esbozaban una sonrisa, sus ojos no respondían de igual manera, se percibía un profundo sufrimiento. Combatimos allí ante el ataque franquista y sufrimos numerosas bajas hasta que cayó la localidad. Otra vez más Ochandiano revivía el dolor.
De ahí pasamos a la defensa del Asentsiomendi donde luchamos con coraje para no dejar avanzar a los requetés. Permanecimos en primera línea, pero pese a nuestra abnegación, el día 4 se produjo el fracaso del Ejército Vasco en Ochandiano, y nos trasladaron al puerto de Urquiola.
A mediados de abril, los sublevados lograron ganar posiciones desde Amboto y Aramayona , para tomar Elorrio. Nosotros estuvimos en Amurrio hasta finales de ese mes.
Durante estos meses hemos estado recordando al miliciano Román de la mano de Monika Aperribai.
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AGOSTO 2024: https://errepublikaplaza.wordpress.com/2024/08/18/memorias-de-un-silencio-vi-roman-bodegas/
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