Los fusiles, escriben con letras de plomo en las colinas
la razón última del dinero en primavera.
Pero el muchacho que yace muerto bajo los olivos
era demasiado joven e ingenuo
para haber sido noticia.
Era un blanco mejor para un beso.
Mientras vivió nunca le llamaron las sirenas de las fábricas,
ni las puertas de cristal del restaurante giraron para acogerle
y su nombre nunca apareció en los periódicos.
El mundo tendió el clásico muro de silencio
en torno a los muertos – su riqueza hundida en un pozo-
mientras su vida, intangible como un rumor de Bolsa,
saltaba al espacio.
¡Qué fácilmente cayó su gorra
un día en que la brisa hacía caer los pétalos de los árboles!
El muro sin flores retoñó fusiles,
la rabia de la ametralladora segó la hierba;
banderas y hojas cayeron de las manos y las ramas;
la gorra se pudrió entre espinos.
Considera su vida carente de valor
en términos de empleo, de registros de hotel y noticiarios
Piensa.
Sólo una bala entre diez mil mata a un hombre
Pregunta.
¿Justifica tal derroche
La muerte de aquel tan ingenuo y tan joven
Que yace bajo los olivos?
¡Oh mundo! ¡Oh muerte!
Stephen Spender En Poemas desde España, 1939