Homenaje al Ayuntamiento republicano de Bilbao

La moción del Colectivo Republicano de Euskal Herria que presentamos en 2021, hoy se ha visto realizada en el Ayuntamiento de Bilbao, homenajeando a la corporación de 1931. Ha tenido lugar el descubrimiento de una placa conmemorativa de 100 x 80 cm, realizada en bronce en estilo clásico, que incluye el siguiente texto:

  • “Bilboko Udalak aintzatespena eta gorazarre egin nahi die, batetik, 1931n hautatutako Udalbatzari, zeina kargugabetua eta jazarria izan baitzen 1937ko ekainaren 19tik aurrera, eta bestetik, patu bera jasan zuten bilbotarrei. / El Ayuntamiento de Bilbao en reconocimiento y homenaje a la Corporación Municipal elegida en el año 1931, desposeída de sus cargos y perseguida a partir del 19 de junio de 1937, así como a los bilbainos y bilbainas que padecieron el mismo destino”.

Sobre el tema escribe hoy un artículo el compañero Jon Penche en el periódico deia.

Homenaje al Ayuntamiento republicano de Bilbao

EL Ayuntamiento de Bilbao celebra hoy un homenaje a la corporación municipal elegida en el año 1931, desposeída de sus cargos y perseguida a partir del 19 de junio de 1937, reconocimiento que se hace extensivo al resto de bilbainos y bilbainas que padecieron el mismo destino.

Este acto fue impulsado por el Colectivo Republicano de Euskal Herria que, en la sesión plenaria del 25 de marzo de 2021, solicitó, en el turno popular, la realización de un acto en memoria de aquella corporación republicana, con motivo del 90 aniversario de su acceso al Consistorio, coincidiendo con la proclamación de la II República en España; moción que recibió un amplio apoyo por parte de los grupos políticos. No pudiéndose realizar entonces un evento con amplia participación por los rigores de la pandemia, finalmente se ha trasladado a 2023, en la recta final de la legislatura.

Conviene detenernos un tanto en los avatares de aquel Ayuntamiento republicano para entender la razón de ser de este homenaje.

Aquella corporación fue elegida en las elecciones celebradas el 12 de abril de 1931, convertidas en un auténtico referéndum sobre monarquía o república en España. En Bilbao, venció la candidatura del Bloque Antimonárquico, compuesto por socialistas, republicanos y ANV, frente a las listas del PNV y la Concentración Monárquica. Los partidos del Bloque se repartieron 31 concejales, frente a 12 de los jeltzales y 3 de los monárquicos, siendo elegido como alcalde el republicano Ernesto Ercoreca.

El nuevo Ayuntamiento tuvo que hacer frente a los principales retos que tenía el país desde el plano local, de acuerdo con el espíritu reformista del Gobierno republicano y de la Constitución de 1931, que eran el empleo, la educación y las cuestiones religiosa y autonómica.

Uno de los temas que más preocupó a la nueva Corporación fue la creciente crisis de trabajo –un problema generalizado en aquella época en España– para lo cual impulsó un ambicioso plan de obras públicas para así crear empleo y combatir el paro, aumentando este capítulo del presupuesto de forma notable. Se emprendieron obras como la ampliación del muelle de la Ribera, la reforma del mercado del Ensanche, la reparación de calles y la instalación de tuberías de agua y de alumbrado eléctrico, además de la creación de una bolsa de trabajo y otras medidas de socorro a los parados.

Paralelamente a la lucha contra el paro, otra de las materias sobre las que las nuevas corporaciones republicanas en España dieron un giro radical frente a lo ocurrido anteriormente fue en educación y cultura, en consonancia con las medidas que, desde el Gobierno de la República, con el socialista Fernando de los Ríos a la cabeza, se estaban tomando. Desde el Consistorio bilbaino se asumió plenamente este objetivo y se promovió un plan para la construcción y habilitación de escuelas, en colaboración con el Gobierno. De esta forma se pusieron en marcha diversas medidas, entre las que estaba la construcción de once nuevos grupos escolares para los, se calculaba, casi 15.000 niños de la villa entre 3 y 14 años que estaban sin escolarizar.

Los debates que se produjeron en la discusión constitucional por la separación de Iglesia y Estado y la consecución de una sociedad laica se reprodujeron en el Ayuntamiento bilbaino, en este caso entre la mayoría laica republicano-socialista y el principal partido de la oposición, el PNV, de raíz católica. La mayor discusión se produjo en torno al derribo de la estatua del Sagrado Corazón, construida durante la dictadura de Primo de Rivera, defendida por el gobierno municipal, mientras que los jeltzales solicitaban la pervivencia del monumento. La retirada de la vía pública de la estatua fue aprobada, pero la interposición de un recurso ante los tribunales de un grupo de exalcaldes de Bilbao paralizó la decisión.

El Ayuntamiento de Bilbao, al igual que otros municipios vascos, fue suspendido por el gobernador civil a comienzos de septiembre de 1934 a causa de la supresión del impuesto de consumos del vino propugnado por el gobierno radical-cedista, que chocaba con el Concierto Económico. Repuesta tras la victoria del Frente Popular en las elecciones de 1936, aquella corporación tuvo que hacer frente a la situación bélica derivada del golpe de estado del 18 de julio de 1936, tomando medidas para colaborar en el esfuerzo de la guerra y en la defensa de la villa. La actividad municipal cesó el 9 de junio de 1937, fecha del último pleno, tres días antes de la ruptura del cinturón defensivo de Bilbao.

Aquel equipo municipal conoció la persecución y el exilio tras la entrada de las tropas franquistas en Bilbao el 19 de junio de 1937, al igual que muchos y muchas bilbainos y bilbainas. En este sentido, cabe recordar algunos casos, como el periplo del propio alcalde Ercoreca, siendo detenido en su exilio de Biarritz por los alemanes, entregado a las autoridades franquistas y desterrado en Valladolid; los fusilamientos del republicano Alfredo Espinosa Orive y del socialista Julián Zugazagoitia; el paso por los campos de concentración nazis del republicano Jesús Sáenz Ríos; la muerte en combate del socialista Fulgencio Mateos; la cárcel que sufrieron los jeltzales Eugenio Abrisqueta, Juan Garayo y Tomás Olascoaga, así como los miembros de ANV José Domingo Arana, José María Gochi y Miguel López Elorriaga o los republicanos Mario Areizaga y Andrés Arriortua; el exilio, en algunos casos hasta su muerte, de los republicanos Ambrosio Garbisu, Manuel Carabias o Wenceslao López Albo; los socialistas Paulino Gómez Beltrán, Fermín Zarza, Juan Nadal, Rufino Laiseca, Eulogio Urrejola, Luis de la Plaza, Ángel Lacort o Santiago Aznar Sarachaga; los miembros de ANV Tomás Bilbao y Nicolás Madariaga Astigarraga o el jeltzale Juan José Basterra.

Somos deudores de nuestros antepasados y, como tales, debemos recordar a aquellos que nos precedieron y dejaron lo mejor de sí –la vida incluida– en la defensa de los valores democráticos.

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