Perdida ya la guerra, no conocieron
sin embargo
la derrota. De todos las cenizas
y el humo con que la palma
de la Historia prodiga a sus víctimas
una honra y un orgullo distintos
conocieron.
Y en su tierra de origen,
en su lengua
de origen, otra clase
de ceniza y humo espeso
conocieron.
Ahora sin embargo
dan cuenta de la calidad del cielo
que habían visto. Y ahora
en la misma redondez del polvo
otros dedos se acordaron
de preservar esa luz.
La luz que gracias a ellos
conocimos
Edgar O´Hara Seatle, 1998
Publicado en The Volunteer, Nueva York, otoño de 1998