El mundo está convulso. Mientras los Polos se derriten poco a poco, los océanos se anegan de plásticos y las selvas dejan de serlo para convertirse en inmensos eriales, los más ricos de la tierra siguen engrosando sus fortunas sin importarles lo más mínimo ni el precio ecológico de su codicia, ni tampoco el precio humano. La ira del planeta ya no sorprende a nadie. Lo que hace décadas habría supuesto ríos de tinta, noticias de alcance y grandes exclusivas hoy es simplemente el pan de cada día: La cuota de revueltas, provocaciones, miserias y catástrofes que conforma la rutina cotidiana con la que, casi sin darnos cuenta, nos han acostumbrado a vivir.
Miremos hacia donde miremos, el resultado es parecido: Latinoamérica vuelve a resquebrajarse, reviviendo como un inquietante “dejà vu” el recuerdo de los años 70 del siglo pasado. Los toques de queda, las masacres de indígenas, la injerencia extranjera y la persecución política han vuelto con inusitada fuerza para contrarestar indeseados resultados electorales. África ha desaparecido del mapa y solo existe para los especuladores. Ya no son noticia el coltán, ni el yihadismo del Sahel, ni los diamantes de sangre ni tan siquiera las epidemias de Ébola. Solo se habla de ese continente mártir cuando algún cayuco naufraga y vuelve a sembrar de muertos un mar que no se cansa de engullir la desesperación de miles de jóvenes que huyen del terror para intentar sobrevivir allá donde nunca serán bien recibidos. En Asia, regiones enteras se asfixian cada día en la inmensa nube tóxica que genera su incontrolado desarrollismo suicida, al tiempo que exterminan orangutanes y tigres, persiguen ferozmente disidencias políticas y minorías étnicas, pero ignoran violaciones de mujeres, turismo pedófilo e incendios de talleres en los que mueren decenas de casi esclavos. Y, a todo esto, Europa, la anciana Europa contempla cataléptica el ascenso de la intolerancia y el fascismo, mientras que una buena parte de lo poco que aún le queda de clase obrera compra de forma compulsiva a la llamada de cualquier “Black Friday” de turno, o aprovecha para hacer un par de apuestas desde el móvil a la espera de que el repartidor le lleve a casa, sorteando la muerte a golpe de pedal, su indispensable dosis de comida basura.
Sin embargo, a pesar de la desolación que invade mil rincones del planeta, paradójicamente esperanzadoras señales se suceden a todo lo ancho del globo. Pero esta vez no se trata de ninguna grandilocuente “ofensiva revolucionaria”, sino de algo más concreto y más real: Una desesperada protesta, tan justificada como transversal que, acuciada por la violenta y hostil intransigencia del Sistema, va extendiéndose más y más a pesar de los intentos de los poderosos por criminalizarla. Son las mujeres hartas de tanto machismo asesino e impune; son los pensionistas hartos de tanta miseria y de tanto engaño; son los ejércitos de parados hartos de tanta precariedad; son los más jóvenes hartos de un mundo tan desolado y yermo que solo presagia un futuro de pesadilla; son las clases medias forzosamente proletarizadas hartas de perseguir un bienestar que nunca llegaran a alcanzar. Es la muchedumbre que suman todos aquellos marcados por el nexo común de un profundo y espontaneo hartazgo la que se manifiesta cada día con nuevas protestas que indefectiblemente desembocan en miles de desplazados, heridos, apaleados, detenidos, muertos, huidos, presos o torturados. Sea en Santiago o en Gaza, en París o en Cochabamba, en Hong Kong o en Sao Paulo los motines ocupan la calle mientras se patentiza que ya no se trata de problemas puntuales ni de reivindicaciones aisladas, sino de una tan generalizada como espontanea respuesta a una permanente agresión sistémica.
Pero mientras en Francia, Chile, Brasil o Bolivia, incluso en Gran Bretaña o Alemania las dispares sensibilidades de la izquierda intentan reagruparse, limar asperezas, sumar criterios y programas para así poder plantar cara, fuertes y unidas, a un enemigo común, aquí en España optamos por mirar con lupa de miniaturista el pedigrí ideológico de los posibles aliados. Cuestionamos hasta el paroxismo cada gesto, cada omisión, cada iniciativa, cada silencio. La oportunidad pasa a un segundo plano; la ocasión se desperdicia porque lo que realmente importa son los símbolos y las banderas. Y mientras, el Sistema sigue campando a sus anchas y consolidando las parcelas de poder que desperdicia esta izquierda cainita e irresponsable que no se cansa nunca de exigir una inmaculada “pureza de sangre” para poder entrar en su club. Esa misma izquierda que se permite el lujo de llamar a la abstención en elecciones cruciales o que juega al fraccionalismo cada vez que sus conspiraciones no dan los resultados deseados. Una izquierda elitista y sectaria que década tras década sigue manteniendo una guerra fratricida contra ella misma. Una guerra tan absurda como de antemano perdida; una auténtica sangría de oportunidades, votos y energías que solo sirve para alimentar a la reacción y para desanimar a quienes deciden sumarse de nuevas a la lucha.
Así que, de una vez por todas desoigamos las incendiarias proclamas de los que añoran anquilosados programas radicales de dudosa eficacia; plantemos cara a los que en nombre de una pauperrima ortodoxia trasnochada boicotean alternativas reales con las que podríamos ir recuperando mucho de lo perdido en las últimas décadas; desconfiemos de aquellos para los que nunca nada será lo bastante izquierdista, para quienes pactar es siempre pecado, para los que, en definitiva, se sienten mucho más cómodos mirándose el ombligo de su Kremlin particular que abriendo “las grandes alamedas” para unir su voz a la de los que, sin jamás haber leído ni una línea del “¿Qué hacer?”, saben mejor que nadie que la victoria solo se consigue con unidad, decisión y, sobre todo, con mucha inteligencia.
DÉGAGE, DÉGAGE, DÉGAGE!
Il pleut, il pleut, il pleut, rentre tes noirs moutons
Notre usine a fermé, disparus les patrons
Envolées les machines au Maroc ou en Chine
Et nous là comme des cons: délocalisation
Tu as cherché à faire croire et y en a qui t’ont cru
Que tu s’rais le sauveur des pauvres et des exclus
Qu’on allait en finir avec tout ce gâchis
Qu’aucun loup n’entrerait plus dans la bergerie
Il pleut, il pleut, il pleut, voici venir l’orage
Il pleut, il pleut, il pleut, dégage, dégage, dégage, dégage!
T’ as fait semblant d’entendre la colère et l’angoisse
Des métallos lorrains condamnés à la casse
Tu as baratiné aux quatre coins de France
Des milliers d’ouvriers sacrifiés d’avance
Avec des jolis mots : égalité, justice
Solidarité dans ton sac à malice
Tu as soufflé des promesses sur les braises de l’espoir
Mais tu les as trahies dès qu’ tu as eu le pouvoir
Il pleut, il pleut, il pleut, et nous avons la rage
Il pleut, il pleut, il pleut, dégage, dégage, dégage, dégage!
Des sans-droit, des sans-voix, des damnés de la Terre
Des Roms désignés comme des boucs émissaires
Des clandestins errant aux marches du Sacré-Cœur
Aux gamins foudroyés dans un transformateur
Regarde-la cette France que tu as méprisée
Celle des sans-papiers, précaires, handicapés
Celle des suicidés harcelés au turbin
Forcés de trimer plus pour gagner toujours moins
Il pleut, il pleut, il pleut, tu peux plier bagages
Il pleut, il pleut, il pleut, dégage, dégage, dégage, dégage!
Allez, qu’ils s’en aillent tous, rentre tes noirs moutons
Tes éminences grises et tes voyous de patrons
Les gardiens de ton ordre, les fayots de ta Cour
Et les écrivaillons qui pondent tes discours
Aux ministres zélés, sinistres exécutants
Ni oubli, ni pardon pour la chasse aux enfants
À bas les lois racistes, à bas les circulaires
Des contrôles au faciès pour remplir vos charters
Il pleut, il pleut, il pleut, il n’y aura pas de rattrapage
Il pleut, il pleut, il pleut, dégage, dégage, dégage, dégage!
Remballe ton triple A, ta dette et tes marchés
Ta bourse et tes traders, tes parachutes dorés
Nous avons rêvé qu’un autre monde est possible
Et nous n’acceptons pas d’être des invisibles
Car nous sommes le peuple, celui qui crée l’Histoire
Fils de quatre-vingt-neuf, rebelles et communards
Dont les insurrections ont forgé nos consciences
Un peuple qui se lève et entre en résistance.
Il pleut, il pleut, il pleut, voici venir l’orage
Il pleut, il pleut, il pleut, tu peux plier bagages
Il pleut, il pleut, il pleut, dégage, dégage, dégage, dégage!
Letra y música: Dominique Grange. 2013
¡VETE, VETE, VETE!
Llueve, llueve, llueve, llueve, encierra a tus ovejas negras.
Nuestra fábrica cerró, los jefes desaparecieron.
Las máquinas volaron a Marruecos o China
Y nosotros aquí como idiotas: relocalización.
Trataste de hacer creer a la gente y algunos de ellos te creyeron.
Que te crees el salvador de los pobres y de los excluidos
Que íbamos a terminar con todo este despilfarro
Que ningún lobo volvería a entrar en el redil.
Llueve, llueve, llueve, llueve, aquí viene la tormenta.
¡Llueve, llueve, llueve, vete, vete, vete!
Fingiste escuchar la rabia y la angustia
De los siderúrgicos de Lorena condenados a la quiebra
Has estado mintiendo por toda Francia.
Miles de trabajadores sacrificados por adelantado
Con palabras bonitas en tu chistera:
Igualdad, justicia, Solidaridad.
Hiciste promesas sobre los rescoldos de la esperanza
Pero los traicionaste tan pronto como alcanzaste el poder.
Llueve, llueve, llueve, llueve, y nosotros estamos furiosos.
¡Llueve, llueve, llueve, vete, vete, vete!
Mira a los sin derecho, los sin voz, los condenados de la Tierra
A los gitanos convertidos en chivos expiatorios
A los Ilegales deambulando por los escalones del Sagrado Corazón
A los niños alcanzados por un rayo en un transformador
Mira esta Francia que despreciaste,
La de las personas indocumentadas, precarias y discapacitadas,
La de los suicidas hostigados en el curro
Obligados a trabajar cada vez más para ganar cada vez menos.
Llueve, llueve, llueve, llueve, aquí viene la tormenta.
¡Llueve, llueve, llueve, vete, vete, vete!
¡Venga, que se vayan todos! Encierra a tus ovejas negras.
A tus eminencias grises y tus matones de la patronal.
A los guardianes de tu orden, a los pelotas de tu corte,
A los chupatintas que paren tus discursos
Y a los solícitos ministros, siniestros ejecutores.
Ni olvido ni perdón por las cacerías de niños
Abajo las leyes racistas, abajo las circulares
Que ordenan chequeos faciales para llenar vuestras fichas policiales.
Llueve, llueve, llueve, llueve, no tendrás otra oportunidad.
¡Llueve, llueve, llueve, vete, vete, vete!
Empaqueta tu triple A, tu deuda y tus mercados.
Tu Bolsa y tus operadores, tus blindajes millonarios.
Hemos soñado que otro mundo es posible
Y no aceptamos ser invisibles
Porque nosotros somos el pueblo, el que crea la historia.
Hijos del 89, rebeldes y comuneros
Cuyas insurrecciones han forjado nuestras conciencias.
Un pueblo que se levanta y comienza a resistir.
Llueve, llueve, llueve, llueve, aquí viene la tormenta
Llueve, llueve, llueve, llueve, puedes hacer las maletas.
¡Llueve, llueve, llueve, vete, vete, vete!
Traducción libre: Liova37
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