Empezaré esta crónica diciendo que he elegido hablar de Gorka Gudari por ser un cómic que nos sitúa en la Guerra Civil en Euskadi, donde vivimos y dónde trabajamos para impulsar el republicanismo que defendemos; y que por lo tanto merecía que hablásemos de él. En este número vamos a compartir a uno de los dibujantes más interesantes que hemos tenido. Se trata de Antonio Hernández Palacios; pero antes de hablar de él tendremos que dejar una breve reseña a una conjunción extraordinaria, la de Antonio como creador y la de Ernesto Santolaya como editor.
Empezaremos por Ernesto, hombre muy humilde, originario de un pueblecito de Soria, hijo de un ganadero republicano represaliado en la Guerra Civil. Aprendiz de dependiente y fabricante casero de jabón y fideos en Haro, donde se instaló su familia cuando su padre fue liberado; aprendió a leer y escribir a los 13 años gracias a los tebeos, autodidacta, y un ejemplo para un mundo, el editorial, donde no abundan este tipo de personas. Durante 30 años compró maquinaria agrícola en Austria que revendió a los agricultores de la Llanada Alavesa. En 1976, fundó la editorial Ikusager, donde se ha especializado en la edición de cómics, novelas y biografías.
Es precisamente en esta editorial donde Palacios publica sus álbunes “Imágenes de la Historia”, que incluye la serie sobre la Guerra Civil Española, El Cid, Carlomagno, Roncesvalles, la Revolución Francesa y Simón Bolívar. Considero de justicia que antes de presentar esta nueva entrega conozcamos, aunque solo sea de forma superficial, la tarea de Ernesto y su editorial Ikusager como forma de reconocimiento a una labor, que a pesar de los años aún sigue viva y en activo.
Antonio Hernández Palacios (1921-2000) es otro ejemplo a tener en cuenta. Nació en Madrid en 1921, se formó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, donde fue contemporáneo y compartió estudios con, entre otros, Jorge Oteiza o Francisco Cossío. En 1935 empieza a trabajar para un estudio de publicidad, hasta que estalla la Guerra Civil, en la que participa como soldado y también como cartelista, al ser descubierto por Rafael Alberti; durante este periodo realizó innumerables carteles exaltando a la resistencia de Madrid en su lucha contra el fascismo.
Antonio participó en la guerra civil defendiendo el gobierno legítimo de la República, él lo cuenta así: “Cuando empezó la guerra tenía quince años y no se podía ser más joven en ese momento. Yo me quedé ahí, pude haberme marchado, pero quería ver con mis ojos qué es lo que iba a pasar y lo vi. Lo vi desde la primera fila”. Por voluntad propia, Palacios no se afilió a ningún partido: “Yo, durante la guerra, a lo único que pertenecí fue a la Alianza de Intelectuales Antifascistas”. Antonio entró en combate Guadalajara, tras atravesar el frente del Jarama y fue testigo de la formación del 5º Regimiento, al que se alistó en el 2º Cuerpo de Ejército de las Brigadas Internacionales como enlace con el Alto Mando. Aunque él siempre quiso ser aviador y pilotar un “Chato”, fue un soldado a ras de suelo, donde el frío, los piojos, los desastres propios de la contienda eran el paisaje cotidiano del joven idealista. Allí conoció a la Pasionaria, a Miguel Hernández, a Líster, al General Rojo, a Hemingway y a su admirado Rafael Alberti, al que trató largo tiempo.
Su interés por la historia, por presenciarla y estar en ella, hizo que no huyera de aquella experiencia que para siempre lo marcó. Del mismo modo y con la contradicción ideológica que entraña, se alistó en la División Azul y viajó con ella al frío. Él mismo explicó aquella decisión: «Fui porque a mí me ha gustado siempre ser testigo de la Historia y pensé que la invasión de Rusia era algo que tenía que vivir por mí mismo, para conocer la verdad».Cuando volvió de Rusia, trabajó en publicidad dibujando para firmas como Osborne, Philips o Codorniú. Viajó por el mundo, residiendo en París, Nueva York, Santo Domingo y Cuba.
Cuando regresó de su periplo mundial empezó a realizan cómics, que como se ve fue una vocación tardía. Dibujó de todo, desde westerns, a fantasía, incluso creó el primer super-héroe español, el Capitán Maravillas, y cómic histórico (ya lo hemos mencionado más arriba), objeto de este artículo.
Su dibujo es opulento y espectacular. Utiliza una técnica que pocos autores lo hacen, y que consiste en hacer sus dibujos a base de la proliferación de líneas que aportan profundidad, perspectiva y carácter; yo personalmente la comparo al dibujo de otro gran maestro italiano, Serpieri, que utiliza una técnica similar, aunque su campo es el western y el erotismo. Otro aspecto destacado de su producción es el uso del color. Da color a sus viñetas con tonos básicos – verde, rojo, azul y naranja – que utiliza para diferenciar las escenas y también para separar los planos dentro de cada viñeta.
Él mismo explica perfectamente su obsesión por la perfección en una entrevista concedida en 1977: “Lo que me preocupa mayormente es el aspecto narrativo de cada una de mis creaciones: contar por medio de las imágenes cosas que tengan un contenido, que se comprendan. El dibujo no es más que uno de los medios para conseguirlo”.
Para documentarse y poder hacer los guiones de estos cómics, Antonio leyó todo lo que cayó en su mano y utilizó más de 300 volúmenes como fuente de documentación. En principio, iba a crear una serie sobre la Guerra Civil de 24 álbunes, quedándose finalmente en 4.
Otra de las características principales de su trabajo son sus personajes. En sus obras aparecen personajes históricos reales, por ejemplo La Pasionaria, pero los verdaderos protagonistas de la historia son gente sencilla, del pueblo, sin aspiraciones, verdaderos héroes desprendidos de cualquier ambición personal y dotados de un compromiso y una entrega para con la República sin parangón.
La historia de Gorka (personaje de ficción), un Gudari vasco, se compone de dos albunes: “1936 Euskadi en llamas” y “Gorka Gudari”.El primero se realiza en 1979 y el segundo en 1987; por lo tanto pasan 8 años entre uno y otro, y el paso de este tiempo se nota mucho, su dibujo y su forma de expresarse evolucionan. El dibujo del primer álbum es más recargado y sus colores más intensos y oscuros; mientras que en el segundo su dibujo es más sencillo y los colores más suaves y menos intensos.
En el primer álbum, Antonio Hernández nos sitúa en los albores de la guerra civil, y para ello nos presenta a su protagonista, Gorka, un joven de Ataun, que va a Pamplona por motivos de trabajo y allí le sorprende el golpe militar contra la República; por azar le toca llevar requetés al frente, hasta que con el fragor de los combates consigue escapar y regresar a la Gipuzkoa republicana. Antonio nos narra con gran vigor la batalla por Donosti, donde podemos reconocer sin ninguna duda la ciudad, el asalto a los cuarteles de Loyola, Peñas de Aya, la batalla de Pikoketa, que todos los años es recreada por voluntarios de colectivos republicanos en Elgeta, y la batalla, incendio y destrucción de Irún. En este álbum aparece un Pio Baroja apesadumbrado, que huye del avance de los requetés y es hecho prisionero por ellos.
En el segundo álbum, Gorka es testigo de la formación del primer Gobierno Vasco, del bombardeo de Otxandiano, de la contraofensiva y posterior batalla de Villareal y el intento de los gudaris de llegar hasta Vitoria/Gasteiz; además, entre la dureza de la batalla, la noche y la niebla, Gorka se pierde y se pasa a la zona controlada por el enemigo, y hasta que puede regresar de nuevoa zona republicana pasa un gran peligro y zozobra.
En definitiva, un fresco histórico de la Guerra Civil en Euskadi, contada con rigor y con un dibujo y unos diálogos sobresalientes. Una obra maestra de bella factura, gran calidad, muy visual y de fácil lectura.
Un imprescindible!. ¡Qué lo disfrutéis!
Casimiro Castaño
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