en el ardiente amanecer del mundo.
Y brotan de tu muerte,
tu mirada, tu traje azul,
tu rostro sorprendido entre la pólvora,
tus manos, sin violines ni fusiles,
desnudamente quietas.
Has muerto. Irremediablemente has muerto.
Parada está tu voz, tu sangre en tierra.
Has muerto, no lo olvido.
¿Qué tierra crecerá que no te alce?
¿Qué sangre correrá que no te nombre?
¿Qué voz madurará de nuestros labios
que no diga tu muerte, tu silencio,
el callado dolor de no tenerte?
Y alzándote,
llorándote,
nombrándote,
dando voz a tu cuerpo desgarrado,
sangre a tus venas rotas,
labios y libertad a tu silencio,
crecen dentro de mí,
me lloran y me nombran,
furiosamente me alzan,
otros cuerpos y venas,
otros ojos de tierra sorprendida,
otros ojos de árbol que pregunta,
otros negros, anónimos silencios.
Octavio Paz México, 1937
En la revista Hora de España, nº 9. Valencia, septiembre 1937.