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Os traemos este artículo de Amado Mújica Uriarte.
El ideal republicano es lograr una sociedad sin dominados ni dominadores: ese es el sentido profundo de su concepción de la libertad y por ello quiere posibilitar que esté al alcance de todos los ciudadanos por lo que quiere asegurar un mínimo material a todos las personas.
Acaba de publicarse la última obra de Mario Vargas Llosa. Esta vez el laureado autor no nos ofrece una de sus magníficas novelas sino un libro de ensayo, una especie de autobiografía intelectual en la que recorre el desarrollo de sus ideas políticas desde su primer comunismo de juventud hasta su actual liberalismo de madurez. “La llamada de la tribu”, así se titula el ensayo, es un recorrido por las ideas de los filósofos liberales que han influido en su pensamiento y han conformado sus convicciones. Va dedicando los diferentes capítulos del libro a Adam Smith, Ortega y Gasset, Hayek, Popper, Revel, Raymond Aron y a Isaiah Berlín. En la sección dedicada a este último autor se refiere a una idea que Berlín desarrolló en “El fuste torcido de la humanidad” al descubrir, cuando estudiaba la obra de Maquiavelo, que “no todos los valores supremos que perseguía la humanidad en el presente y había perseguido en el pasado eran compatibles entre sí” (1).
En el libro de Vargas Llosa se denomina esta idea como “las verdades contradictorias” o “los fines irreconciliables”, y afirma que todas las utopías sociales han creído “que los ideales humanos, las grandes aspiraciones del individuo y de la colectividad, son capaces de congeniar, que la satisfacción de uno o varios de estos fines no es obstáculo para materializar también los otros. Quizás nada exprese mejor este optimismo que el rítmico lema de la Revolución francesa: Libertad, Igualdad, Fraternidad… La más inesperada demostración, que aún hoy muchos se niegan a aceptar, fue la de que estos ideales se repelían uno al otro desde el instante mismo en que pasaban de la teoría a la práctica; de que en vez de apoyare entre sí, se excluían. Los revolucionarios franceses descubrieron, asombrados, que la libertad era una fuente de desigualdades… Así, para establecer la igualdad no había otro remedio que sacrificar la libertad, imponer la coacción, la vigilancia y la acción todopoderosa y niveladora del Estado. Que la injusticia social fuera el precio de la libertad y la dictadura de la igualdad es algo lastimoso y difícil de aceptar” (2).
Así pues, para Vargas Llosa, y para el liberalismo que él profesa, igualdad y libertad son dos fines que no pueden disfrutarse juntos, y, por tanto, la divisa republicana es una quimera y un objetivo imposible y peligroso.
Lo que sucede es que el Nobel de literatura no se percata de que en la divisa los tres grandes ideales están enunciados juntos porque hay que realizarlos juntos, hay que conjugarlos a la vez y no separadamente y de forma absoluta como él lo realiza. El republicanismo no busca la igualdad absoluta de los ciudadanos, la igualdad matemáticamente exacta de los patrimonios, pues eso sólo se lograría con una dictadura, sino la igualdad material necesaria (techo y trabajo) para que todos los ciudadanos puedan alcanzar cierta independencia económica y puedan ser iguales para lograr la libertad republicana de no-dominación y así poder realizarse como personas. Lo que en realidad sucede es que cuando republicanos y liberales hablamos de libertad, nos estamos refiriendo a diferentes conceptos, por lo que es necesario aclarar cómo entiende la libertad cada corriente política.
LIBERTAD LIBERAL Y LIBERTAD REPUBLICANA
La libertad que el liberalismo propugna es una libertad en la que la esfera privada del individuo no es interferida desde el exterior y donde existe un respeto absoluto a sus derechos fundamentales inalienables, pues como opinan Mill, Locke, Constant o Tocqueville, filósofos liberales, ”debe existir un cierto ámbito mínimo de libertad personal que no debe ser violado bajo ningún concepto “ (3). Es, pues, una exigencia de no hacer algo que afecte al individuo, por eso se califica de libertad negativa.
Esta ideología postula por el mínimo de intervención pública, por el Estado mínimo y por el menor número de leyes, pues considera que así se mediatiza menos a los ciudadanos y , por tanto, son más libres. Es una filosofía política, que aparece en el siglo XVII con Thomas Hobbes y su Leviatán (1651), que consideraba que la ley supone siempre una invasión en la libertad de la gente, que se desarrolló en la Inglaterra del XVIII y que a lo largo del XIX se fue democratizándose y consolidándose como hegemónica en el mundo como democracia liberal, aunando dos tradiciones políticas distintas: la liberal y la democrática.
En su obra “Dos conceptos de libertad”, Isaiah Berlín, junto a la libertad negativa nos habla de la libertad positiva, que es aquella en la que el individuo afirma, “quiero actuar, decidir, no que decidan por mí; dirigirme a mí mismo y no ser accionado por una naturaleza externa o por otros hombres “(4). Así pues, la libertad positiva es actuar por sí mismo, tomar un papel protagonista, activo, positivo, frente al pasivo de la libertad negativa.
Berlín hizo esta distinción porque “los conceptos “positivo” y “negativo” de la libertad se desarrollaron históricamente en sentidos divergentes, no siempre de forma lógica, hasta que, al final, entraron en conflicto directo” (4). En muchos momentos históricos, por ejemplo en las masacres de septiembre (1.792) durante la Revolución francesa, las masas revolucionarias adquieren un gran protagonismo haciendo uso de su libertad positiva y actúan entrando en conflicto con la libertad negativa, el derecho a la vida, de los presos reaccionarios de las cárceles de Paris, a los que terminaron asesinando.
Para el republicanismo, la libertad negativa (no-interferencia) y la libertad positiva (libertad de acción) forman parte de la libertad republicana o la libertad como no-dominación, pues defiende tanto la inviolabilidad de los Derechos Fundamentales de la persona como también la ciudadanía activa.
La idea de la no-dominación entiende la libertad no sólo con la situación de no estar dominados por otros , sino el estar protegidos contra esa contingencia, el tener la seguridad de que no se va a producir esa dominación; pues como dice el filósofo político republicano Philip Pettit, “mientras los liberales equiparan la libertad con la ausencia de interferencia, los republicanos la equiparan con estar protegidos contra la exposición a la interferencia voluntaria de otro: estar seguros contra tal interferencia . Libertad en este sentido equivale a no estar bajo el poder que tiene otro de hacernos daño, a no estar dominado por otro. La libertad como no dominación, la libertad como seguridad contra la interferencia arbitraria, es un ideal completamente diferente de la libertad como estricta no interferencia” (5).
Para no estar bajo el poder de otros o de su posibilidad, para estar protegidos y seguros contra esa exposición, es necesario que los ciudadanos, además de las leyes democráticas y del Estado de derecho, tengan asegurado un trabajo y un techo para obtener la independencia y la igualdad necesarias para alcanzar la libertad que propugnamos los republicanos.
La idea republicana de libertad es una idea potente que tiene fecundas implicaciones en el campo político al exigir al Estado alcanzar y asegurar para todos los ciudadanos esta libertad.
Esta concepción de la libertad ha estado siempre presente, formulada de una forma u otra, conforme a cada época, en la larga historia del republicanismo. Así, el republicano inglés James Harrington, en su “República de Oceana” (1.656) afirmaba que un ciudadano necesitaba disponer de ciertos recursos materiales suficientes para ser libre. O en el artículo 21 de la Constitución de la República francesa de 1793, que decretaba: “La sociedad debe asistir a los ciudadanos desgraciados, bien procurándoles trabajo, bien asegurándoles los medios de existencia para aquellos que no están en situación de trabajar”
IGUALDAD Y FRATERNIDAD REPUBLICANAS
El lema revolucionario “Libertad, Igualdad , Fraternidad” fue acuñado en plena Revolución francesa, y constituye una acertada síntesis de la ideología y el programa republicanos. Así pues, para entender a qué igualdad y libertad se refieren, lo acertado es acudir a las obras, a los discursos y a los documentos generados por ese magno acontecimiento. A estos efectos nada mejor que examinar los artículos de la Constitución del año I (24 Junio 1793), que además de proclamar la libertad económica, proclaman el derecho al trabajo y a la ayuda pública, tal como detalla el artículo 21 reproducido más arriba. O el discurso sobre las subsistencias de Maximilien Robespierre pronunciado en la Convención el 2 Diciembre 1792, en el que manifiesta las prioridades de la política económica de la República: “asegurar a todos los miembros de la sociedad el gozo de la parte de los frutos de la tierra necesarios para su subsistencia; a los propietarios y cultivadores el precio de su trabajo, y dejar lo superfluo para la libertad de comercio” (6).
Esa es la igualdad republicana: igualdad para ser libres de toda dominación, no igualdad para acabar con toda la libertad como cree Vargas Llosa. No el reparto igualitario de todos los bienes entre todos los ciudadanos, lo cual exige coacción, sino igualdad ante la libertad, asegurando trabajo o asistencia al que no pueda trabajar para que puedan ser libres ,independientes , no temer la dominación , construirse una moral autónoma y realizarse como personas, que es la máxima meta que podemos aspirar los seres humanos; pues el republicanismo es consciente de que no basta con el reconocimiento de la igualdad formal ante las leyes, como hace el liberalismo. Para ser libres, con una libertad más exigente que la liberal, hace falta que todos los ciudadanos tengan techo y trabajo para que puedan vivir con dignidad, para que no estén bajo la tutela de ningún tipo de otros y puedan formarse un criterio independiente.
El ideal republicano es lograr una sociedad sin dominados ni dominadores: ese es el sentido profundo de su concepción de la libertad y por ello quiere posibilitar que esté al alcance de todos los ciudadanos por lo que quiere asegurar un mínimo material a todos las personas.
La consecución de un ideal así requiere un Estado que ponga como principal prioridad la realización de una política que persiga estos fines y no la imposición de los intereses egoístas del capitalismo.
A diferencia del liberalismo, cuyo modelo es una sociedad de individuos aislados, políticamente pasivos y persiguiendo sus intereses particulares, el republicanismo tiene como horizonte la idea de una sociedad unida con lazos fraternales y una ciudadanía activa que busca el interés común.
En el lema republicano aparece la nota emotiva de la fraternidad, porque la empatía y el respeto por el otro, la consecución del interés general, es el motor y la motivación fundamental de la búsqueda de la igualdad y la libertad para todos los ciudadanos, porque la libertad de los demás refuerza y asegura nuestra propia libertad, pues sólo rodeados por ciudadanos independientes con criterio propio ,con organizaciones autónomas de la sociedad civil que luchen por la verdadera democracia podemos defendernos contra la dominación, por eso figuran juntas Libertad, Igualdad y Fraternidad.
Amado Mújica Uriarte