AL COMISARIO PABLO DE LA TORRIENTE
fiel camarada Torriente.
Nadie supo que un dolor
dos corazones encierre.
Siempre es un muerto el que nace;
siempre un hombre el que se pierde;
pero en la tierra ha nacido
otro corazón más fuerte.
Nadie sortea una daga,
nadie sortea una fuente,
no sortea nadie un duelo
sin que llegue una muerte.
Camarada comisario,
fiel camarada Torriente:
en un lugar de mi España
tu cuerpo la tierra muerde.
En tu entierro le oí decir
a tu bravo y digno jefe,
con una luz en la lengua,
con un labio en cada muerte,
que en tu fosa dormirías
con todos eternamente;
no acompañado de muertos,
ni de hormigas, ni de dientes:
te acompañan corazones
que a tu lado estarán siempre.
La novia de los que mueren
perdida va por los frentes,
buscando la bala negra
del negro oprobio rebelde.
No llega al campo la lluvia,
parece que nadie crece
y que mi huerta no tiene
verdura para ponerse
Desde mi tierra te miro,
desde la montaña agreste,
y el valle más elevado
a mi vista se estremece.
La piedra se comunica
con la rocosa corriente
y parece que hasta llora
el litoral de esta fuente.
si la agresión que hoy culmina
con este crimen la muerte,
fuera un duelo cara a cara,
no una gitana serpiente;
fuera un león encendido
ante un toro más valiente,
nadie se aflige de iras,
nadie lloraría a éste,
que dos naciones con luto
visten a la vez su muerte.
Camarada Pablo: Cuba
vendrá a visitarte siempre,
y ya verá que mi España
celosamente te tiene.
Jesús Poveda
Publicado en La voz del combatiente, 31 de marzo de 1937.
Jesús Poveda trabajaba en el Ayuntamiento de Orihuela cuando estalló la guerra. Pronto se alistó en las milicias, pasando por distintas unidades hasta recalar en la XV BI, donde actuó de instructor de los reclutas españoles que completaron dichas unidades. Al final de la guerra huyó a Francia, siendo internado en el campo de Saint Cyprien; posteriormente se exilió a México, donde escribió una biografía de sus paisano el poeta Miguel Hernández.