En los primeros años de la República, un joven cómico y cantante llamado Pedro Martín, que por entonces era conocido con el sobrenombre de «El Chato de las Ventas», grabó unos típicos tanguillos de Cádiz, propios de cualquier chirigota y titulados nada menos que, El que viva en el año dos mil, que se hicieron muy populares durante las fiestas de carnaval de 1934. Unos versos en los que a manera de un Julio Verne flamenco imaginó, con más acierto que el francés y sobre todo con mucha más ironía, como sería la vida en un mundo futuro.
El Chato de Las Ventas, que había nacido en Madrid a finales del siglo XIX, moriría en 1936, en la cárcel de Cáceres, ciudad en la que le había pillado la sublevación fascista en medio de una gira. El cómico, incluso con su propia muerte gastó su última broma al «respetable», ya que no murió fusilado como era la pretensión de los que le encerraron en la prisión, sino de un infarto que le sobrevino al conocer, tras su detención, que le habían condenado a muerte por sus simpatías republicanas, cercanas, según parece, al comunismo.
Vayan pues dedicados a su memoria estos tanguillos tan carnavaleros que desbordan alegría y buen humor.
(Pido disculpas por la poca calidad de la grabación, por otra parte muy difícil de conseguir, pero creo que, a pesar de todo, merece la pena escuchar este documento sonoro tan representativo de un momento histórico lleno de vida, ilusión y esperanza.)
EL QUE VIVA EN EL AÑO DOS MIL
El que viva en el año dos mil
verá con asombro los tiempos cambiaos;
pues no hará falta ni un albañil
aunque haya goteras en algún tejao.
Las niñeras serán suprimidas
porque los chiquillos ya vendrán criaos,
y en los parques y en las avenidas
ya no las veremos con tantos soldaos.
Los políticos no tendrán vida
porque ya el congreso estará derribao,
y cualquiera que una cosa pida
en aquel momento lo tiene aprobao.
Los serenos se darán el piro
porque ya las casas no tendrán portal.
Y cualquiera tendrá un autogiro
con una azotea para aterrizar.
No habrá huelgas ni palos ni tiros
porque ya la gente será muy formal,
Y los guardias serán despedidos,
para su trabajo no habrá material.
Por la calle será perseguido
todo aquél que quiera vivir de un jornal,
pero en cambio será distinguido
aquél que no quiera nunca trabajar.
En el viaje directo a la luna
en quince minutos se podrá llegar.
Y podrá sin molestia ninguna subir
a la luna y volver a bajar.
Los camellos, los cerdos y bueyes
encima del agua podrán galopar,
Y cualquiera será hombre de leyes
porque los borricos ya sabrán hablar.
Pero ya se me aflojan los muelles
y con su permiso me voy a acostar,
porque ahora les digo yo a ustedes
que al año 2000 yo no pienso llegar.
Música: Popular. Letra: Pedro Martín. 1933.