
Estimo que el republicanismo español mira demasiado hacia atrás. Lo hace con nostalgia y melancolía cuando evoca la segunda republica, idealizándola mas allá de lo razonable, y lo hace con odio y rencor cuando se menta el golpe del 36, la posterior guerra civil y la subsiguiente dictadura franquista. En ambos casos la carga emocional está más que justificada, dado que en un caso hablamos de una experiencia única en nuestra historia y, en el otro, de un capitulo nefasto, cerrado con excesiva bondad hacia los culpables y ningún reconocimiento hacia las víctimas. Pero el hecho de que el republicanismo utilice demasiado el retrovisor ayuda a que la batalla por un sistema de gobierno plenamente democrático no parezca tal, sino otro enquistamiento izquierda/derecha como cualquier otro.
Por otro lado, es posible conseguir un funcionamiento republicano, de justicia e igualdad, bajo una monarquía. Los países escandinavos son, fueron, un buen ejemplo. Asimismo, existen infinidad de republicas con funcionamientos profundamente injustos, algunas de ellas con credenciales democráticas (véase el caso de Israel, por ejemplo, o incluso de Estados Unidos). La ausencia de la figura real no garantiza ni la libertad, ni la igualdad, ni la fraternidad. El hecho de que se vayan los borbones tampoco traería la justicia, la educación universal, los derechos humanos…Seria de mucha mayor ayuda una mejora en la calidad de nuestros políticos, que fueran capaces de tener una visión de estado, lejos de inquinas de corto recorrido o de sueños megalómanos irresponsables. Este es el verdadero problema de nuestro país: la mediocridad de nuestros dirigentes, de la cual somos en parte culpables. Y por ello creo que la republica no es posible a corto o medio plazo en nuestro país. Y también pienso que, si bien la familia real se ha convertido en objetivo fácil por meritos propios, no creo que debiera ser el objetivo inmediato. Creo que si lo valores republicanos consiguen implantarse en España gracias a una generación de dirigentes que por fin estén a la altura, la abolición de la monarquía seria más sencilla por mero decantamiento estético. Dado que la republica debe encarnar la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, mantener en la jefatura del estado a una figura hereditaria y no democrática resultaría una contradicción ética y estética.
Y cuáles deberían ser los valores republicanos? Pues me vn a permitir ser anticuado, pero voy a citar tres que, lamentablemente ha caído en desuso incluso en el país que los acuño: libertad, igualdad y fraternidad. No pido más, ni menos. Quizá añadiría racionalidad, pero al nombrarla soy consciente de que estoy proyectando mi utopía particular.
David Rengel
Biólogo-Investigador en Toulouse
Hola, me llamo Miguel, espero ser “bloguero» de errepublica y haré una presentación más formal cuando inserte algún artículo. Pero no he podido evitar hacer un comentario a esta interesante presentación de David Rengel.
Me refiero especialmente a dar un enfoque positivo de posibilidad de actuación «republicana» en las circunstancias actuales, tal como yo lo entiendo. Trato de incardinar el pensamiento republicano clásico en la colaboración política del escenario político actual, superando pensamientos y añoranzas ineficaces, sin renunciar a conseguir el republicanismo presidencialista.
Quiero presentar la República como el conjunto de ciudadanos organizados políticamente. Por el momento dejamos aparte la forma oficial política de constitución actual del gobierno, la monarquía; y vamos más allá de la «res pública» otra forma habitual de consideración de los principios, ámbitos y bienes públicos.
La República es la nación de ciudadanos organizados como Estado orientado, exclusivamente a la defensa de los derechos fundamentales de los individuos, y a conseguir su bienestar. (Cuando se grita ¡salvemos a la República! No se refiere tanto a mantener el sistema de gobierno, cuanto a los ciudadanos ante una agresión exogena y/o a los principios y valores republicanos, democráticos, universales)
Los individuos, habitantes de un territorio, se organizan políticamente, para las finalidades anteriores, según unas normas de convivencia que es el Estado. El Estado es, principalmente, las leyes, -las normas de tráfico de las libertades, que, delimitadas por la necesaria igualdad se convierte en normas de derechos y obligaciones-; todas las demás instituciones y personas públicas son los medios para que se cumplan aquellas y para hacerlas eficaces en las finalidades propuestas.
Los sujetos importantes son los individuos; y todo lo demás-instituciones y personas públicas- se orienta a la protección de sus libertades en el máximo grado posible -sólo limitadas por la igualdad- , y a su bienestar posible.
Eso es lo importante y esta concepción republicana puede ser considerada como tal en las circunstancias actuales del estado español; independientemente de la forma de monarquía, considerando a los individuos titulados en la institución monárquica, como ciudadanos con estatutos y roles especiales, pero que a su vez los deben cumplir.
Ese conjunto sería la República española actual aunque no tenga forma estatutaria republicana.
Así considerado el tema, la forma concreta de la institución política que tenemos no nos exime de la lucha por conseguir los fines republicanos -entre ellos la forma de gobierno de República presidencial-: conseguir unas buenas leyes (ampliación máximo de las libertades en igualdad), la separación de los poderes, del ejercicio escrupuloso de la función pública con notable mejora de la ética de los políticos y una mejor actitud de reserva/abstención de intereses personales y de grupo respecto al poder y a los bienes públicos.
A lo que hay que añadir nuestra propia responsabilidad ciudadana en la acción política, en el cumplimiento de las leyes que definen nuestras libertades y de sus obligaciones; para hablar en términos más clásicos: libertad e igualdad en la pluralidad de todas diferencias individuales. Y, asimismo, una lucha por el mantenimiento y desarrollo de los Servicios Públicos que garanticen a todos el nivel de subsistencia suficiente para ejercicio de las libertades.
Saludos,
Miguel Fernández